GALIMATÍAS EN MEDIO ORIENTE
JOSÉ HAMRA SASSÓN
MEDIO ORIENTE, UN MUNDO ENTERO
REVISTA ANTENA RADIO 107.9 FM
5 DE MARZO DE 2009
Hillary Clinton realiza esta semana su primer viaje al Medio Oriente como Secretaria de Estado de Estados Unidos. La región la recibió ansiosamente pues las expectativas creadas en torno a su jefe, Barack Obama, son enormes. ¿Logrará el nuevo gobierno estadounidense poner orden en el desastre que dejó el gobierno de Bush? La ocupación en Irak, el conflicto palestino – israelí, el devenir de El Líbano, la nuclearización iraní, el enigma sirio y los agentes no-estatales como Hamás y Hezbollah, son sólo algunos de los asuntos que en primera instancia hacen de la agenda regional un verdadero galimatías.
Partamos de la idea de que es urgente resolver el conflicto israelopalestino, raíz del conflicto árabe – israelí. Y el apremio es evidente al menos por dos razones. Por una parte, los palestinos requieren un Estado independiente y viable para cumplir con sus aspiraciones nacionales. La segunda razón es que un acuerdo de paz con Israel, aceptado por la mayoría de los palestinos, y el mundo árabe en general, neutralizaría a los regímenes autocráticos, a los movimientos islamistas y a las organizaciones terroristas como Al Qaeda que utilizan la tragedia palestina para manipular a las bases sociales. Sin duda, desactivar este conflicto generaría oportunidades para resolver otros problemas de la región que nada tienen que ver con Israel o Palestina.
Consideremos también que Estados Unidos es el único actor en el sistema internacional capaz de forjar un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos, ejerciendo su poder diplomático para despejar el miedo y la desconfianza entre las partes. Finalmente, supongamos que la Casa Blanca entiende cómo armar este rompecabezas, donde muchas de las piezas no embonan en primera instancia entre sí o que dependen de otros eslabones en la dimensión regional para poder hacerlo. Piezas que, incluso, están conformadas por dos o más partes.
Y es que en Israel y Palestina se experimentan procesos de fragmentación que podemos ver geográficamente. Por ejemplo, Gaza se encuentra bajo control de Hamás y Cisjordania de Al Fatah, el movimiento que históricamente rige los destinos de la OLP y la Autoridad Nacional Palestina. Ambos feudos compiten pot la legitimidad de la causa palestina bajo premisas y estrategias en principio incompatibles. Mientras que el movimiento islamista busca crear un Estado teocrático en todo el territorio en disputa, Al Fatah sostiene con alfileres la iniciativa que reconoce la coexistencia con Israel. Además, ambos cuentan con representaciones en la diáspora palestina que tienen cierto grado de influencia en las decisiones que toman. En este escenario aparece Egipto, que cumple con la función de mediador en el diálogo de reconciliación palestina, que tras la guerra en Gaza cobró nuevo aire una vez que se evidenció la fractura entre Al Fatah y Hamás. El 26 de febrero se reunieron en El Cairo representantes de 13 fracciones palestinas, donde establecieron una agenda para el proceso de reconciliación que busca generar las condiciones para celebrar elecciones parlamentarias y legislativas en enero de 2010. Además de intentar acordar un gobierno de unidad nacional de transición, se abordarán temas desde la liberación de prisioneros políticos de ambos bandos, seguridad y la reforma de la OLP.
Egipto también mantiene la mediación indirecta entre Israel y Hamás con el fin de pactar un cese al fuego total y de larga duración así como la liberación de prisioneros. La reconciliación palestina depende de los avances en esta vía. Si bien la pieza egipcia es clave en este rompecabezas, cierto es que también es sumamente frágil. Abrumado por la amenaza que representa para su régimen el extremismo islámico, Hosni Mubarak ha fracasado en su intento de reformar la economía de su país, a la vez de que se incrementa la incertidumbre política ante la falta de reglas claras para la sucesión presidencial. Hoy en día Egipto es el aliado árabe que mejor puede responder a los intereses de Estados Unidos frente al conflicto palestino – israelí, pero que también encabeza, junto con Arabia Saudita, el frente anti-iraní. El régimen de Teherán ha aprovechado el desorden de los últimos años para cimentar, apoyado por su proyecto nuclear, un liderazgo regional que confronta directamente al mundo árabe y su mayoría sunnita. En términos generales, Irán ha profundizado las añejas divisiones que existen entre los países árabes, al grado de que el presidente palestino le ha exigido a su gobierno dejar de entrometerse en Gaza. La descomposición de Egipto abriría la puerta de par en par a los sectores más radicales de la zona, con lo que cambiaría dramáticamente la configuración del rompecabezas.
Así las cosas, Israel, el otro actor del conflicto prioritario en Medio Oriente, también se encuentra dividido. La institucionalidad del Estado judío ha quedado rebasada por la minoría extremista que no reconoce los derechos palestinos. Geográficamente, Cisjordania, donde viven al menos 400 mil colonos judíos, se rige bajo una administración segregacionista y de privilegios, a diferencia del territorio internacionalmente reconocido para Israel, donde el sistema democrático incluyente está en vías de parálisis tras el resultado electoral del mes pasado. En buena medida, se debe a que el probable gobierno de Benjamín Netaniahu se dirige a una colisión con la Casa Blanca. A su paso por la región, Clinton ha sido clara: los asentamientos judíos son un obstáculo para la solución de los dos Estados, la pieza clave, de acuerdo a nuestros supuestos, para empezar a resolver el caos que representa el Medio Oriente. Estados Unidos no la tiene fácil y requiere del apoyo de la Unión Europea, Rusia, la ONU, y países regionales como Turquía y Egipto. Pero es el único actor capaz de articular una agresiva estrategia diplomática que genere condiciones más afables para la resolución del conflicto palestino-israelí. Falta por ver si el gobierno de Obama logra pasar de las palabras a los hechos.