jueves, 18 de junio de 2009

CONFLICTO POST-ELECTORAL IRANÍ: AGOTAMIENTO DEL RÉGIMEN ISLÁMICO

CONFLICTO POST-ELECTORAL IRANÍ:

AGOTAMIENTO DEL RÉGIMEN ISLÁMICO

JOSÉ HAMRA SASSÓN

MEDIO ORIENTE, UN MUNDO ENTERO

REVISTA ANTENA RADIO 107.9 FM

11 DE JUNIO DE 2009

El conflicto post-electoral en Irán cimbra los fundamentos de la República Islámica. El presidente Mahmoud Ahmadineyad fue declarado vencedor con un margen de 2 a 1 sobre su rival más cercano en los comicios que se realizaron el viernes pasado. El resultado fue desconocido por el principal candidato opositor, Mir Hossein Musaví. A lo largo de la semana las calles de Teherán se han visto inundadas por decenas de miles de manifestantes que rechazaron el anuncio del Líder Supremo, el Ayatola Ali Jamenei, quien se brincó al Consejo de Guardianes, órgano clerical que debió calificar la elección. Después de una ríspida campaña electoral, Musaví denunció un fraude en su contra. El atractivo de los jóvenes de las zonas urbanas por el principal contendiente de la oposición reside en que sus posturas se perciben como una opción de apertura hacia Occidente. Además, Musaví ofreció revisar la política exterior de Ahmadineyad.

En las calles, el régimen de los ayatolas reprime las manifestaciones masivas, arrestando a cientos de estudiantes y políticos de oposición, además de censurar a los medios de comunicación, incluyendo a los corresponsales extranjeros. También jugadores de la Selección de Futbol de Irán se unieron a las protestas al portar una cinta verde durante el juego que sostuvieron el día de ayer contra el representativo de Corea del Sur. El repudio social se ha extendido a otras ciudades y las fuerzas armadas han entrado en acción. Se han llegado a reportar hasta 20 manifestantes muertos.

Si bien no hay elementos contundentes como para demostrar un fraude a favor de Ahmadineyad, sí hay una serie de irregularidades y situaciones que justifican la sospecha. La campaña estuvo cargada a favor del candidato oficial. Las dudas respecto al resultado se amplifican cuando la información concede el mismo margen de triunfo de Ahmadineyad en las ciudades, donde reside el mayor apoyo a Musaví.

Pero más allá del resultado, las protestas reflejan que está agotado el complejo sistema político que fundó el Ayatollah Jomeini para la república islámica hace 30 años. El sistema iraní se distingue por una serie de pesos y contrapesos que erigen a una cúpula clerical sobre las instituciones democráticas elegidas por voto popular. En este sentido, la voluntad de la sociedad y las decisiones del parlamento dependen del visto bueno de la estructura clerical. Por ejemplo, el Consejo de Guardianes aprueba las candidaturas presidenciales y legislativas y sanciona que las decisiones del parlamento se ajusten a su interpretación del islam. Así pues, Irán cuenta con un sistema democrático acotado por el criterio teológico de los ayatolas que ostentan el poder real.

Hay al menos dos perspectivas que nos permiten entender la naturaleza del conflicto post-electoral. En primera instancia, está la lucha de poder en el seno de la cúpula clerical entre los llamados conservadores y reformistas. En el primer grupo se encuentra el Ayatolah Ali Jamenei, quien fue designado como Líder Supremo hace 20 años tras la muerte del Ayatolah Jomeini. Jamenei encarna al poder real en Irán. Las fuerzas armadas y las instancias represivas dependen de él, al igual que la designación de cientos de funcionarios públicos. Al Líder Supremo se contrapone principalmente el expresidente Ali Akbar Rafsanyani, de corte reformista, y que también pertenece a la cúpula clerical. En los últimos cuatro años, desde que gobierna Ahmadineyad, el sector más conservador se ha encargado de restringir una serie de libertades civiles que habían sido conquistadas durante la presidencia de Rafsanyani.

Así, la represión contra los sectores aperturistas ha sido apuntalada por la figura de Ahmadineyad, quien cuenta con el apoyo de los sectores rurales y más empobrecidos, gracias a su política populista y clientelar que adereza con creencias milenaristas. Es decir, Ahmadineyad es un iluminado, hasta cierto punto la versión persa de Hugo Chávez. Durante su presidencia ha impulsado el proyecto nuclear iraní, retando con una retórica virulenta al sistema internacional. Occidente ha impuesto una serie sanciones a Irán, lo cual ha afectado negativamente a su economía, aunada a la caída del precio del petróleo, cuya explotación sostiene su política clientelar. Internamente, se ha encargado de reprimir estudiantes y organizaciones y de censurar periódicos que cuestionan su política, así como restringir el acceso a internet.

La segunda perspectiva que explica el conflicto post-electoral es la social. Para muchos jóvenes, el triunfo de Ahmadineyad viene acompañado de un alto grado de frustración. Musaví ofrecía expectativas de cambio. Irán cuenta con niveles de desempleo de 10%. En los jóvenes menores de 24 años este índice rebasa el 20%. La inflación anual alcanza 25%. Los jóvenes que se manifiestan nacieron después de la revolución islámica de 1979 encabezada por el Ayatolah Jomeini. No se identifican con sus ideales y el régimen instaurado oprime sus expectativas de futuro y reduce sus oportunidades. En otras palabras, las manifestaciones post-electorales cuestionan la legitimidad del régimen de los ayatolas. Independientemente del resultado, y de la lucha de poder entre los clérigos, la explosión social en Irán demuestra que las estructuras de poder real en la República Islámica no se adaptaron al cambio generacional. En vez de preocuparse por atender los rezagos estructurales, el régimen teocrático se concentró en una política exterior que en nada resuelve los problemas cotidianos de su población. Ahora le toca a los ayatolas pagar la factura.

Danza con Cuervos

El plan de paz que dio a conocer el primer ministro de Israel, Benjamín Netaniahu, el domingo pasado es una perla del cinismo que le caracteriza (leer el discurso aquí). Por una parte llama a re-iniciar, sin precondiciones, las negociaciones con los palestinos. Pero al ofrecer como visión un Estado Palestino desmilitarizado con fronteras bajo el control israelí, condiciona el resultado de las negociaciones y desconoce el derecho de los palestinos a un Estado independiente y viable. El discurso de Netaniahu es reflejo de un modelo mental invadido por el miedo. Su planteamiento desconoce la solución de los dos Estados, así como cualquier opción realista de paz.

Un acuerdo de paz implica el fin del conflicto y, por ende, un pacto de no agresión. ¿Acaso Egipto y Jordania se desmilitarizaron cuando firmaron sus acuerdos de paz con Israel? ¿Por qué sería diferente con Palestina? Un acuerdo de paz implica la inherente construcción de condiciones que harían costosa una guerra. Israelíes y palestinos están destinados a compartir la misma tierra y a construir intereses en común. Pero no habrá paz mientras una de las partes busque imponer condiciones sobre la otra. No habrá paz mientras Israel insista en perpetuar el control sobre los palestinos.

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