jueves, 8 de enero de 2009

GAZA: OTRA GUERRA QUE PUDO EVITARSE

GAZA: OTRA GUERRA QUE PUDO EVITARSE

JOSÉ HAMRA SASSÓN

MEDIO ORIENTE, UN MUNDO ENTERO

REVISTA ANTENA RADIO 107.9 FM

8 DE ENERO DE 2009

¿Logrará Israel poner un alto a Hamás? Lo dudo, y no porque simpatice con el movimiento fundamentalista. Al contrario, rechazo enfáticamente la ideología de Hamás y lo que pretende, entre otras cosas la destrucción del Estado judío. Me queda claro que ni el pueblo palestino, en general, ni Gaza, en lo particular, son Hamás. Pero Israel está alimentando a Hamás al lanzar todo su poderío bélico para responder a su provocación. Es claro también que el gobierno de Israel busque defender a sus ciudadanos. Tiene esa obligación, de eso no cabe la menor duda. Pero sólo podrá ofrecerles seguridad hasta que firme con los palestinos un acuerdo de paz justa.

En el fondo, esta guerra confirma dos premisas sobre las que yace el conflicto palestino-israelí: la primera es que violencia genera mayor violencia. La segunda premisa es que el conflicto no se resolverá mientras Israel mantenga la ocupación y el control de los territorios palestinos. Israel ha intentado casi todo para frenar el avance de Hamás en la sociedad palestina. Ha intentado casi todo para frenar los atentados terroristas y los ataques con cohetes Qassam con los que Hamás agrede constantemente a la población israelí. Israel ha implementado desde deportaciones hasta asesinatos selectivos de sus líderes.

En los últimos años, Ariel Sharon ordenó la desconexión unilateral de Gaza, ofreciendo a Hamás la oportunidad de capitalizar esta decisión como un logro de su lucha armada. El argumento redituó unos meses después, cuando Hamás triunfó legalmente en las elecciones palestinas de 2006. Ni el muro en Cisjordania, ni el bloqueo económico en Gaza después de que Hamás se hizo del control de la franja debilitaron al Movimiento de Resistencia Islámica. Al contrario, estas acciones lo fortalecieron frente al ala moderada palestina, representada por Al-Fatah, que ha perdido crédito ante su pueblo debido a las interminables negociaciones de paz con Israel, negociaciones que no avanzan hacia ninguna parte.

Israel lo ha intentado casi todo, pero lamentablemente no ha agotado la vía diplomática. No ha dado el paso necesario para concretar con la Autoridad Nacional Palestina de Mahmoud Abbas, que reconoce la existencia de Israel, un acuerdo de paz que determine la coexistencia de dos estados independientes con una Jerusalén compartida como capital. En la asimetría de la relación israelí-palestina, el Estado judío es, por su fortaleza institucional, el que marca el paso en ese rumbo. Pero Israel no agotó la diplomacia y esta guerra no acabará con Hamás. En buena medida, porque Hamás es un movimiento de bases. Su discurso, basado en el establecimiento de un Estado islámico regido por la shaaría, viene acompañado de una red de asistencia social que atiende, desde hace al menos 20 años, los vacíos que ni la ocupación israelí ni la Autoridad Nacional Palestina han querido o podido llenar.

En otro orden de ideas, la guerra en Gaza tiene una arista regional que es necesario abordar para dimensionar el conflicto. Hacerlo permitirá entender la relativa pasividad de países árabes como Egipto y Arabia Saudita. Incluso la pasividad de la Comunidad Internacional frente las lamentable muerte de al menos 600 palestinos en Gaza. Hosny Mubarak, el presidente egipcio, sostuvo esta semana que Hamás no puede ganar esta guerra. Un nuevo éxito de Hamás, aunque sea puramente perceptivo, implicaría un dolor de cabeza para El Cairo. Y es que la principal oposición al régimen de Mubarak se encarna en la Hermandad Musulmana, la organización islamista de donde emanó Hamás. Ese escenario implicaría una amenaza real para el régimen justo cuando Egipto está inmerso en la incertidumbre de la transmisión de poder. En este sentido, parecería ser que el Ejército de Israel le está haciendo el trabajo sucio a Mubarak para salvaguardar la continuidad de su régimen.

Por otra parte, la guerra en Gaza hace evidente la creciente influencia de Irán en la región y lo que eso implica para el liderazgo tradicional de Egipto y Arabia Saudita en el mundo árabe. Desde que Hamás se hizo del control de la franja en 2007, el régimen de los Ayatolas no ha cesado de armarlo. Al igual que lo hizo con Hezbollah en El Líbano, Irán pretende ampliar su control en la zona a través de los movimientos extremistas que financia. No sorprende que el liderazgo de Hamás en el exilio sirio se reúna constantemente con las figuras políticas más prominentes de Irán. En buena medida, Hamás no renovó la tregua con Israel a finales de diciembre gracias a las consultas con Teherán. Un éxito de Hamás sería una bocanada de oxígeno para el gobierno de Mahmoud Ajmadeniyad, cuyo populismo hace agua tras la caída de los precios del petróleo. Desde la perspectiva iraní, la guerra en Gaza es una oportunidad para profundizar el encono entre el sunnismo y el shiísmo en el mundo árabe, y con ello afianzarse como nueva potencia regional a costa de Egipto.

Así pues, el contexto regional también es un factor a considerar en todo lo que se ha dicho y escrito sobre esta dolorosa y triste guerra. Independientemente de todo, es urgente una tregua total que asegure a Israel el fin de las agresiones de Hamás y que a la par acabe con el bloqueo israelí sobre Gaza. Los civiles de Israel merecen vivir en paz sin el temor a que les caiga un Qassam. Los civiles de Gaza no merecen más sufrimiento, ni que se sigan apilando sus muertos por una guerra más que pudo evitarse.

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